Los desbalances globales, las locomotoras mundiales y la guerra cambiaria

2010

 

La guerra cambiaria debe entenderse como un capítulo dentro de un fuerte reacomodamiento en la dinámica de crecimiento mundial que tiene como epicentro la cuestión de los llamados desbalances globales. Como señala Otaviano Canuto (2010), estamos viviendo una desacople estructural que hace crecer diferencialmente a las economías emergentes, al que se le suma una alta sincronía en el corto plazo, que genera ups and downs simultáneos en todo el mundo. Este último punto es evidente en los últimos años: la expansión de 2003-2007, la crisis de 2008 y principios de 2009, el rebote del año siguiente y la moderación del segundo trimestre de 2010 fueron básicamente globales, con pocos ingredientes idiosincrásicos. El desacople estructural, en tanto, se refiere a las modificaciones en la riqueza mundial que están detrás de los desbalances globales. Ahí sí que surge el desacople que se mencionaba antes de la crisis. Para fijar ideas, piénsese que en 1982 los países ricos producían 7 de cada 10 bienes de la economía global, en el año 2003 aportaban 6 de cada 10 y en 2009 sólo 5.    

¿Esta dinámica diferencial se asocia al desempeño los resultados externos- y por lo tanto a la cuestión cambiaria? La respuesta es: no necesariamente. Si bien Estados Unidos y China son ejemplos, una mirada más allá da cuenta de heterogeneidad. Alemania y Japón del lado de los avanzados registraron cuentas corrientes superavitarias por varios puntos de su PBI entre 2003 y 2007, mientras que Brasil e India en los emergentes fueron deficitarias los últimos años. Y no son economías pequeñas: los últimos son parte del grupo BRIC mientras que los primeros aportan un cuarto del producto de las economías avanzadas. Esta heterogeneidad explica los rasgos del debate: Estados Unidos replica contra los emergentes por su baja competitividad externa; Brasil e India responden con quejas por la sobreoferta de dólares, implementan controles o impuestos a la entrada de capitales y avisan que en atención al déficit de cuenta corriente bien podrían devaluar antes que revaluar sus monedas; Japón interviene en el mercado cambiario para evitar la apreciación e inicia un fuerte ajuste fiscal hacia el mediano plazo y Alemania también debe consolidar las cuentas públicas mientras que en términos monetarios está enfrascado en el problema regional y el futuro del euro. 

No obstante, entre China y Estados Unidos sí hay un desbalance. Y detrás de él se encuentra un problema de las finanzas globales de difícil solución. Es que, en contraste con lo que enseñan los manuales, una economía emergente como China financia a una economía desarrollada (Estados Unidos). La motivación de las primeras es almacenar valor en activos libres de riesgo. Ello implica que los sistemas financieros desarrollados deben tomar posiciones de riesgo, aunque allí hay un problema: la productividad marginal de cada dólar aplicado en el mundo desarrollado es sensiblemente más baja que en el mundo emergente. Las innovaciones financieras resultantes, en un contexto de sistemas financieros complejos, globalizados y desregulados, hacen al sistema financiero vulnerable a reversiones y crisis.

Hacia delante, las perspectivas de corrección de los desbalances globales no son positivas. El primer motivo para ello se relaciona con el hecho de que la “propuesta” de las economías avanzadas no es compatible con los incentivos de las emergentes, cuya política macroeconómica debe apostar en última instancia a la convergencia con las economías ricas. Como se vio durante la crisis, en el mundo de los desbalances globales las economías emergentes crecen más que las avanzadas, no sólo en la fase de expansión sino también durante las crisis. Entre 2003 y 2007 la Unión Europea, Estados Unidos y Japón perdieron un 5% del producto mundial en manos de los emergentes, mientras que durante el crash de 2008-2009 perdieron otro 2%.

El segundo motivo tiene que ver con el deficiente rol de las instituciones globales (IG) para lidiar con el problema, que es de naturaleza global. La incapacidad del FMI, la OMC y las IG en general para hacer que las economías emergentes internalicen los efectos negativos de su dinámica de crecimiento sobre las economías avanzadas se relaciona con la escasa representatividad que tienen los países que lideran la dinámica del crecimiento mundial en dichas instituciones, como explicó Dani Rodrik (2010) en un artículo reciente. No sólo se trata de un problema de las economías ricas, que pueden resistirse a la perdida de poder: esta divergencia ayudó también a la dinámica de crecimiento de muchas economías emergentes, la cual  se apoyó en operar en buena medida por fuera del perímetro regulatorio de las IG. La desconexión quedó clara en la última revisión del FMI a la economía China, de julio de 2010: mientras la institución pedía medidas inmediatas para achicar el superávit externo, las autoridades contestaron que se avanzó bastante desde 2005 y que el ajuste se dará en el largo plazo (ver FMI 2010). 

Desgraciadamente, las discusiones sobre la guerra cambiaria se relacionan menos con estos hechos que con el magro desempeño macroeconómico del segundo trimestre, el relajamiento cuantitativo de la política monetaria norteamericana y más en general los efectos de la crisis financiera. Dicho de otra manera, el debate se centra en una coyuntura, cuando el problema estructural no se ha discutido a fondo.

¿Qué temas deberían discutirse? Primero, un rediseño de las IG, que revivan el espíritu de la reunión de Bretton Woods y sea compatible con los incentivos de todos los países miembro. El rol que tomó el G20 desde la crisis es una buena señal en ese sentido. Segundo, se necesita crear esquemas de complementación sur-sur, que permitan a países emergentes con altas tasas de ahorro financiar a aquellos con baja tasa de inversión, dejando en buena medida al margen a las economías desarrolladas. Tercero, este diseño debe ser intensivo en coordinación internacional: con los shocks petroleros de lo setenta ocurrió algo similar, pero con sin IGs (la intermediación corrió por cuenta de los euromercados) y el resultado fue la crisis de la deuda.

Estos temas deberían estar en la agenda de los próximos meses. Sin embargo, la evidencia del primer trimestre de 2010 no es optimista al respecto: si la economía mundial retoma el crecimiento en los próximos meses, es probable que los debates no se profundicen ya que los incentivos para que prevalezca el status quo serán más fuertes.   

Referencias

Canuto, O. (2010), “Recoupling or Switchover? Developing countries in the global economy". World bank.

Rodrik, D. (2010), Can Developing Countries Carry the World Economy?. Project Syndicate.

FMI (2010), "Article IV staff report: China”, FMI, julio.

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