Balance de la economía uruguaya a un año de la crisis internacional

2009

El violento deterioro del contexto internacional observado desde mediados de 2008 y la posibilidad cada vez más cierta de que la economía mundial atravesara una de las crisis más severas de la historia moderna configuraban un escenario amenazante para economías pequeñas, abiertas y dolarizadas como la uruguaya. Características casi estructurales como la vulnerabilidad externa, la fragilidad fiscal, la dolarización financiera y la volatilidad macroeconómica habían derivado en el pasado en crisis económicas con profundos costos económicos y sociales, como las crisis de 1982 y la de 2002. Los acontecimientos ocurridos en la actual crisis internacional sugieren que la economía uruguaya sufriría un ajuste cíclico comparable al del resto del mundo. Sin embargo, desde la perspectiva uruguaya, el impacto sería muy reducido en comparación a las crisis antes mencionadas.

Pese a estar transitando una de las crisis mundiales más profundas del último siglo, los equilibrios macroeconómicos de Uruguay saldrían bien parados de esta instancia. Naturalmente, esta crisis no será gratis y tendrá sus consecuencias sobre el crecimiento, sobre el empleo, sobre las ganancias de las empresas y sobre los equilibrios fiscales. De todos modos, el hecho de sobrevivir a esta crisis global con equilibrios macro relativamente ordenados constituye un avance cualitativo relevante respecto a la historia económica uruguaya. La discusión sobre cuánto de esta mejora es mérito de las virtudes de las últimas administraciones de gobierno o cuanto es atribuible al favorable entorno económico de los últimos años está más presente que nunca de cara a las próximas elecciones. Independientemente de esta discusión, el hecho relevante es que la incertidumbre macroeconómica casi permanente que amenazó la economía uruguaya durante las últimas décadas y que constituía un obstáculo para el progreso económico y social, hoy parece haber sido “superada”.

Desde el punto de vista económico, la menor incertidumbre macroeconómica contribuye a generar un entorno más estable, más previsible y más adecuado para tomar decisiones de inversión de largo plazo. Desde el punto de vista político, la “tranquilidad” macroeconómica deja lugar para atender temas de agenda de política económica históricamente postergados por las emergencias macro, aunque no por eso menos importante.

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