La balanza comercial brasileña obtuvo en octubre un superávit de U$S 1,2 mil millones, con exportaciones de U$S 14 mil millones e importaciones de U$S 12,8 mil millones.
Las exportaciones tuvieron en el mes un desempeño relativamente mejor que el de las importaciones, con una caída de 23,9% en relación a octubre de 2008, teniendo como resultado una variación acumulada en el año de 25,7%.
Las importaciones tuvieron una reducción de 26,3% en el mes y acumulan una caída de 30,5%.
¿Demostró la crisis internacional que el Mercosur debe ser mucho más que un acuerdo de comercio? Por un lado, desde el punto de vista comercial un acuerdo amplio podría haber significado que los efectos contractivos se dispersaran mucho más amplia y rápidamente. En caso de haber existido una mayor integración financiera, mientras tanto, es probable que los problemas de contagio hubieran sido también más graves.
Desde hace algunos años muchos analistas han entendido a los desbalances globales actuales como un fenómeno “de equilibrio”, que no debería ser observado o corregido por la política económica de los países involucrados (v. Dooley, Folkerts-Landau y Garber, 2005). Desde esta perspectiva, se trata de una situación mutuamente beneficiosa. Las economías emergentes, luego de las crisis de fin de siglo XX, comenzaron a ahorrar y ante las fallas de la arquitectura financiera internacional para proveer un fondo de reserva global (el FMI no había sido precisamente exitoso al respecto), el camino más utilizado fue el auto-seguro a través de la acumulación de reservas internacionales. Estados Unidos provee entonces el medio para almacenar valor en la economía mundial, y como compensación recibe financiamiento barato del resto del mundo.
En la década del 90 continuó la liberalización del comercio internacional comenzada a fines de la década anterior, al tiempo que se inició la privatización de las empresas estatales. Después de un período de crecimiento sostenido en 1991/1994 la economía se contrajo en 1995 especialmente relacionada con la crisis Mexicana de fines del año anterior. A partir de 1996 la economía se recobró impulsada por la demanda interna y externa y los altos precios de los productos de exportación.
Luego de un período en que las restricciones financieras y económicas no sólo eran muy fuertes sino que se tensaban día a día, las autoridades están enfrentando una coyuntura bastante más benigna. Sin lugar a dudas, el mejoramiento de la situación se debe a las noticias alentadoras sobre la economía internacional ya que, en el orden interno, la evolución de la economía está aún muy determinada por una alta incertidumbre política. Esta incertidumbre está siendo alimentada, en buena medida, por la decisión del gobierno de “hacer política” a un ritmo que no deja tiempo, a veces, para evaluar con cierta serenidad las medidas que se adoptan y que tienen impacto sobre un amplio espectro de cuestiones.
Como resultado de todos estos eventos la situación está mudando rápidamente y lo que surge más o menos claramente es que, probablemente, habrá un nivel de actividad más tonificado –empujado más por el consumo que por la inversión– acompañado de mayor fragilidad macroeconómica, sobre todo en el frente fiscal donde se ahondan las necesidades de financiamiento. Debido a las mayores necesidades de financiamiento del sector público, la economía será más dependiente en el futuro de lo que ocurra con el apetito por riesgo emergente ya que este apetito determina la disponibilidad de financiamiento de mercado y los flujos de capital.
Un país o región tiene un shock de productividad o de términos de intercambio que eleva su participación en la economía mundial. El país genera mayores ingresos, pero los gastos no se mueven en consecuencia. Así, se genera un salto del ahorro nacional que permite financiar no sólo la inversión real sino también un resultado superavitario de cuenta corriente. Al mismo tiempo, aparece financiamiento para países que tienen oportunidades de inversión no explotadas, o bien que presentan una trayectoria descendente para el ahorro. En ellos, el exceso de liquidez comienza a ubicar los espacios que delimita el perímetro de la regulación financiera, generando innovaciones y profundos cambios en la arquitectura financiera doméstica. La situación se repite por un período de tiempo, los flujos afectan a los stocks, los primeros se convierten en “acreedores globales” y los segundos en “deudores globales”. Se ha formado un desbalance global.
El extraordinario aumento de las exportaciones mundiales de China, que pasaron de U$S 434 mil millones en 2000 a U$S1510 mil millones en 2007, ha generado preocupaciones sobre el grado de competencia que China ejerce sobre las exportaciones de los demás países.
La importancia de las relaciones económicas entre la Argentina y Brasil prácticamente no se discute en ninguno de los dos países. Una investigación reciente entre la comunidad de política externa brasileña identificó a la Argentina como uno de tres países en los que “Brasil tiene un interés vital”. De igual modo, la opinión mayoritaria en una encuesta realizada en la Argentina colocó a Brasil en el segundo lugar en una lista de socios con los que la Argentina debería mantener las “relaciones más firmes y estrechas”. Sin embargo, estas coincidencias generales esconden visiones heterogéneas sobre los riesgos y oportunidades del vínculo económico bilateral. ¿Cuáles son las percepciones dominantes en cada país? ¿Qué las explica y en qué dirección empujan a la relación bilateral?
Uruguay implementó una Reforma Tributaria de envergadura a mediados de 2007, con el objetivo explícito de promover mayor eficiencia y equidad en el sistema. En términos generales, la reforma aumentó sustancialmente la imposición directa sobre la renta personal -con tasas marginales crecientes-, redujo las tasas de IVA y los impuestos directos sobre las empresas, uniformizó la contribución de los empleadores a la seguridad social por sectores de actividad y eliminó algunos impuestos fuertemente distorsionantes.
Hace ya un tiempo que la Argentina está cursando un proceso recesivo. Por eso es una buena noticia que estén apareciendo indicios de que ese proceso podría tender a atenuarse. No obstante, como estos indicios son todavía muy débiles, la pregunta que naturalmente surge es: ¿hay margen para ser moderadamente optimista respecto de un robustecimiento de estos indicios? Si fuera posible abstraer los condicionantes políticos, seguramente sería razonable dar una respuesta afirmativa a esta pregunta, sobre todo debido a las mejoras en la situación internacional.